martes, 4 de febrero de 2014

El “tosco” Cézanne vuelve tras treinta años de silencio

Las pintura “tosca”, “infantil” e “inacabada” de Cézanne celebra su primera retrospectiva en España de los últimos treinta años.

Paul Cézanne – Nieve fundiéndose en Fontainebleau, 1879-1880


A través de una setentena de obras el museo Thyssen-Bornemisza invita al público a adentrarse en el universo de Paul Cézanne (1839-1906). Dejando a un lado el calendario y la cronología nos sumergimos en su particular mundo de manchas de color para descubrir sus retratos, caminos, desnudos, arquitecturas y sobre todo, sus bodegones y paisajes.

Cézanne – El aparador (detalle), 
1877-1879
Cézanne – La montaña Sainte-Victoire
c.1904-1880
Son estos dos géneros los que dan el título de Site / Non-site a la exposición, haciendo referencia al trabajo al aire libre (“site”) y al trabajo en estudio (“non-site”), conceptos acuñados por el artista Robert Smithson. Y a los que quiso añadir el director artístico del museo y comisario de la muestra, Guillermo Solana, en una pequeña pirueta lingüística durante la presentación, los de “Sight / Non-sight”, es decir, lo que se ve y lo que no se ve.

Y es que aunque se trate de pintura, no todo se descubre del primer vistazo, algo que demuestra la sección titulada El fantasma de la Sainte-Victoire. En ella se contraponen las clásicas naturalezas muertas del artista con sus numerosísimas vistas de la montaña de Saint-Victoire. La contemplación de unas junto a otras desvela cómo el francés retroalimentaba exteriores e interiores, haciendo de la montaña un estudio ordenado y de los bodegones, un agitado paisaje.

Esto es precisamente lo que se han propuesto revelar, según indicó Solana, “esa constante relación cruzada, el ir y venir entre el estudio y el aire libre” y al mismo tiempo “mostrar junto a lo que es evidente, lo que está en la trastienda”.

Paul Cézanne –
Retrato de un campesino, 1905-1906
Si de estos formatos de naturalezas muertas y paisajes hay un buen número de ejemplos, sólo un ejemplar nos permite comprender cómo el artista reflejaba al ser humano. Se trata del Retrato de un campesino, un óleo realizado en los últimos años de su vida donde el rostro del personaje ha quedado totalmente indefinido.

Así es como nos encontramos ante un retrato al que le falta la esencia que lo define como género, el rostro ha sido bloqueado, como los caminos que Cézanne cerró una y otra vez con piedras, árboles o un cielo tan denso que asemeja a una pared.

Tan plúmbeos pueden llegar a ser los cielos del francés, que no dejan de asemejarse a la consistencia de sus construcciones. En efecto el carácter modular de su pintura destaca en las vistas de pueblos que serían reflejados más adelante en movimientos como el cubista.

Cézanne – Gardanne, 1885-1886
Sin embargo, no toda la pincelada de este autor es tan compacta. Destaca la enorme diferencia que reina entre lo plano de sus óleos y la enorme ligereza de sus acuarelas mezcladas con lápiz, de una delicadeza en las antípodas de su producción general.

De este modo, se puede tener una imagen general y precisa del recorrido de Cézanne, algo que no ocurría desde 1984, cuando el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC) organizó una exposición que Carmen Thyssen-Bornemisza consideró en la presentación que ha sido superada con ésta de su propio museo, pues destacó que la presente “va a hacer historia”.

Solana explicó además que si se había tardado tanto en hacer de nuevo, es porque para abordar a este autor hace falta “mucho coraje” pues hay un gran riesgo de defraudar las expectativas del público. “En los primeros tres meses estuvimos a punto de tirar la toalla por la dificultad”, aseguró.

No obstante, los tiras y aflojas, los préstamos y contrapréstamos han hecho posible exponer estas obras que en sus comienzos fueron despedazadas por la crítica más feroz. Aquel joven Cézanne que año tras año enviaba sus cuadros al Salón oficial, sólo encontraba puertas cerradas hasta que logró exponer en la primera muestra de los impresionistas en 1874.

Cézanne – Cántaro de gres, 1893-1894

Tras aquella, se le consideró el artista más torpe y excéntrico de ese grupo con el que sólo volvería a exponer tres años más tarde. La falta de aplauso y los ataques a su pintura “brutal”, “tosca” o “primitiva” sólo se darían la vuelta en 1895 con su primera exposición individual, donde aquellos adjetivos se convertirían en elogios inspiradores.

De sus pinceles beberían los artistas de la siguiente generación, como puede observarse en los sintetistas Émile Bernard y Paul Gauguin o en las imágenes cubistas de Georges Braque, algunas de las cuales también encontramos expuestas, para dar evidencia de la huella de Cézanne.

Cézanne – El camino del bosque, 1870-1871


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Cézanne Site / Non-site podrá visitarse en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta el 18 de mayo.