domingo, 16 de diciembre de 2012

Aquel joven manifestante


Hace años cuando iba a una manifestación la verdad es que no solían ser muy multitudinarias. No es que faltasen motivos para protestar pero se ve que a lo mejor eran menos urgentes o nos tocaban menos de cerca. No es lo mismo protestar por el derecho más o menos abstracto a una vivienda digna que encontrarse sin casa, está claro.

Lo cierto es que había bastantes convocatorias. Siempre ha habido bastantes aunque ahora parezcan multiplicarse por esporas. También es verdad que al ser pocos los que salíamos a mostrar nuestro enfado por el asfalto de Madrid al final todos nos conocíamos un poco. No es que fuésemos todos amigos, ni mucho menos. Pero es que de tanto verte, al final te acaba sonando la cara de aquel chaval rubito, esa chica de la coleta… como cuando coges siempre el metro a la misma hora, que conoces a todo el vagón. Pues así. Además éramos todos de una misma quinta. Digamos que estábamos casi todos entre los 17 y 25 años salvo honrosas excepciones.

Vista aérea de la manifestación del 14N en Madrid

Sin embargo hace algún tiempo que esto ha dejado de ser así. La media de edad ha subido mucho y eso no quiere decir que unos hayan sustituido a otros sino que una mayor cantidad de población ha salido a la calle. ¿Recuerdan alguna huelga de personal sanitario?, ¿y verlos masivamente en la calle? ¿Y qué me dirían del personal de Justicia?, ¿imaginan al juez decano de la capital cortando la calle para mostrar su indignación? No es necesario que lo imaginen, ahora basta con salir a la calle para verlo. Y pueden salir casi todos los días a comprobarlo, por no decir todos.

"Cena de sobaquillo" 14 de diciembre en Madrid - Fuente propia
El viernes pasado era digno de ver cómo los trabajadores al servicio del estado bajo la lluvia, el viento y el frío tomaban un bocadillo en la Puerta del Sol. Un auténtico acto de ironía. El humor contra la doctrina del miedo. Dice el refranero que el hambre agudiza el ingenio y debe de ser verdad porque ahí estaba toda esa gente, riéndose a carcajadas de quienes les quitan poco a poco su sueldo y les recortan, no tan poco a poco, sus derechos. Montones de personas, riadas de gente que nunca antes se habían manifestado y ahora sólo encuentran motivos para salir a la calle.

Manifestación por la sanidad en Madrid (16D) -
Fuente Propia
Hace bien poco en nuestro país, en pleno siglo XXI un chaval de veintiún años ha sido arrestado casi como un auténtico preso político. Ahí es nada. Prisión preventiva y en régimen de F.I.E.S. (Ficheros Internos de Especial Seguimiento). Eso en Román paladino es aislamiento dentro del aislamiento, cárcel dentro de la propia cárcel. Algo que incluso Tribunal Superior de Justicia mira con muy malos ojos. Motivos de sobra para que una madre remueva Roma con Santiago y para que toda la población se escandalice. ¿Es que cualquiera puede ser acusado en cualquier momento de cualquier cosa y ser aislado como si se tratase de un terrorista? Se ve que sí, que es posible. Y eso no deja del todo indiferente a casi nadie. Ahora los padres se manifiestan por los derechos de sus hijos, para que puedan estudiar, y por los de sus propios padres, para que la mísera pensión no les obligue a rebuscar en la basura. Todos por los derechos de todos porque al fin y al cabo estamos en el mismo barco, ése que Intermón Oxfam nos dice que dentro de unos 10 años y a este ritmo puede tener el 40% de su casco más que hundido. En ese caso, todos tranquilos, claro.

25S en Madrid - Juan Ramón Robles

Hace tiempo cuando iba a una manifestación y había una carga policial todos estábamos seguros de que si alguno peinaba canas, a ése no le iban a dar. ¿Qué clase de bellaco golpearía a alguien de cierta edad, que no puede correr o defenderse y que no representa ningún peligro? Nadie, lógicamente. Todos sabíamos que ellos podían apartarse y que los veinteañeros eran los que debían de poner pies en polvorosa. Eso ya tampoco es así. Nada ni nadie está a salvo de nada ni de nadie. Pero tampoco hay miedo, lo que crece día a día son la rabia y el ingenio. Y es que ése joven manifestante ya no es tan joven ni está tan solo.

Árbol de Navidad redecorado en la Puerta del Sol, Madrid - Fuente Propia

martes, 4 de diciembre de 2012

Un beso salvaje


Como si estuviese en la selva. Así es como él acecha tras los maceteros de la entrada. Escondido entre una vegetación tan salvaje como permiten las regaderas espera a su presa. En su rostro no caben más arrugas y sin embargo los ojos despiden llamas, chispas de adolescente. La sonrisa se le revela como un niño preparando una gran travesura. Se relame aguardando mientras sus ojos ya arden.

Aparece ella. Radiante, camina ajena a ser la gacela de esta historia. Con paso firme y seguro se acerca a las enormes jardineras y entonces salta él a su encuentro. Con un torpe y muy premeditado brinco se pone ante ella para asustarla. No llega a tanto pero sí la sorprende. Y la hace reír una vez más. Con todos sus años y carcajadas de quinceañera. Y entonces la besa dejando por tierra a Doisneau, Alfred Eisenstaedt y al mismísimo Klimt. Porque su beso es de verdad. Porque se trata de un beso de años, complicidad y amor que rebosa pasión.