viernes, 6 de abril de 2012

Sobre muerte y dignidad


Ayer una noticia debería haber conmovido Europa. Los cimientos de nuestra civilización se desmoronan, pero las lágrimas por la lluvia que impide sacar una imagen en procesión, no permitieron que los ojos pudieran leer algunas noticias. Un hombre anónimo acabó con su vida por dignidad pura y dura; según decía en su nota de suicidio, porque no quería tener que buscar su comida en la basura.

Una vela en memoria del jubilado frente al Parlamento. | Reuters


Se llamaba Dimitris Christoulas, un nombre complicado pero que deberíamos recordar. Tenía setenta y siete años, 77 años, que no son tantos en los días que corren. Parece ser que no siempre tuvo que mirar la basura como un posible medio de subsistencia, sino que había sido farmacéutico y ahora no quería ser una carga familiar. Según se desprende de su nota de suicidio sentía que su país estaba tan ocupado como durante el gobierno colaboracionista de Georgios Tsolakoglou.

No es fácil apuntar con el dedo y señalar una colaboración como aquella de tiempos oscuros, nazismo y muerte. Pero lo cierto es que una ola de suicidios recorre y arrasa una sociedad muy estricta en cuanto a la muerte, la Iglesia Ortodoxa no perdona algo así. Y sin embargo cada día son más. La dictadura de los mercados permite que vivir bajo un puente sea una posibilidad porque es también perfectamente normal que desde el corazón de la Unión Europea salga una orden que haga sustituir a Yorgos Papandreu por Lukás Papadimos sin que nadie se despeine. O a Silvio Berlusconi por Mario Monti, en Italia. O que nos digan en España si nuestros presupuestos están bien o no y si baja todo en picado hasta náusea, que nos regalen unas nuevas tijeras de podar. Pequeños “golpes de estado” que no se dan desde la sombra sino a plena luz del día porque los mercados exigen que los pobres rescaten a los muy pobres hasta que todos seamos tan pobres que estemos luchando por no morir ahogados bajo el próximo tsunami económico.

Y sigue la normalidad.

Dimitris Christoulas se pegó un tiro el miércoles en medio de Atenas, en la plaza Syntagma, frente al Parlamento heleno. Toda una alegoría si se mira bien. Hay quien dice que sólo es un suicidio pero habría que ver cuánto de homicidio, cuánto de asesinato se esconde tras la sangre derramada de este hombre. Habría que pensar si este el señor Christoulas podría estar vivo ahora mismo, si ese arma la estaba empuñando él o el Fondo Monterio Internacional, o alguna agencia de calificación o el Banco Central Europeo… o quién.
La muerte, se mire como se mire, es un asunto muy serio. Da igual la religión, cualquiera de ellas, o el ateísmo más absoluto. La muerte no es ninguna broma. Siempre hay algún motivo tras el suicidio y Dimitris Christoulas también tenía sus propias razones. Como casi el doble de griegos que hace tres años. Deberíamos pensar qué está sucediendo y por qué los habitantes de este país hermano están quedando tan en ruinas como su hermoso Partenón.

Y sin embargo, mientras llueve y truena, no sacamos los pies del tiesto ni siquiera para pensar.

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Algunos medios informan sobre el suicidio de Dimitris Christoulas y su repercusión:


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La nota de suicidio traducida al inglés por Athens News:
"The Tsolakoglou government has annihilated all traces for my survival, which was based on a very dignified pension that I alone paid for 35 years with no help from the state. And since my advanced age does not allow me a way of dynamically reacting (although if a fellow Greek were to grab a Kalashnikov, I would be right behind him), I see no other solution than this dignified end to my life, so I don’t find myself fishing through garbage cans for my sustenance. I believe that young people with no future, will one day take up arms and hang the traitors of this country at Syntagma square, just like the Italians did to Mussolini in 1945"

La nota de suicidio en castellano:
"El gobierno de Tsolakoglou ha aniquilado toda esperanza para mi supervivencia, que estaba basada en una pensión muy digna que, yo solo, pagué durante 35 años sin ayuda del Estado. Y ya que mi avanzada edad no me permite un modo de responder activamente —aunque si un compañero griego fuera a coger un kalashnikov, yo estaría detrás de él—, no veo otra solución que darle este final digno a mi vida, ya que no me quiero ver buscando en los cubos de basura mis medios de subsitencia. Creo que esa juventud sin ningún futuro se levantará algún día en armas y colgarán a los traidores de este país en la plaza Syntagma, justo comohicieron los italianos con Mussolini en 1945".

1 comentario:

  1. Un artículo muy bonito Elvira! Hay que recordar que la primavera árabe comezó a raíz del siucidio de un chico que se quemó a lo bonzo en Túnez después de que le cerraran su pequeño medio de vida. Fue la chispa que hizo saltar tremendo incendio y que despertó por fin a esa sociedad y a las vecinas del letargo en que dormían. ¿Ocurrirá lo mismo en Europa después de la muerte de este griego? ¿Nos daremos cuenta por fin los europeos del sur que esto no es tolerable? Seguro que no, desgraciadamente eligió mala fecha para echarle valor y apretar el gatillo. Ésta es la semana de otro mártir al que es muy dificil hacerle la competencia.

    Sara M. B.

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