martes, 26 de marzo de 2013

A hurtadillas en el taller


Parece que unos cuantos artistas se hubiesen dejado la puerta entreabierta y nos permitiesen mirar de reojo algunos de sus trabajos. Ésta es una exposición poco apta para amantes del colorido pero muy adecuada para quienes quieran admirar el tesón de grandes maestros al planificar sus obras.

Santo atado a un árbol, José de Ribera
Nos paseamos entre bocetos, preparatorios para grabados y estudios académicos, aunque también nos cruzamos con algunos que son en sí mismos la obra de arte. Estamos en un reino de tonos pardos, grises y rojizos. Un territorio de pluma, tinta, sanguina, lápiz y aguada. El óleo, los pasteles o las acuarelas se quedan a la puerta. Aquí no tienen cabida pues quienes se dan cita en El trazo español en el British Museum. Dibujos del Renacimiento a Goya son 71 imágenes de artistas españoles que se encuentran por primera vez fuera del Reino Unido. Esta colección del British Museum está considerada como una de las más importantes del mundo por lo que nos encontramos ante una muestra excepcional que nos ofrece el Museo del Prado.

Asunción de la virgen, Alonso Berruguete
El concurso de talentos está dividido en seis secciones que suponen un recorrido cronológico del siglo XVI al XVIII al mismo tiempo que geográfico desde Madrid hasta Sevilla o Valencia. Cuatro son las obras que descubrimos en la primera sala, titulada ‘La importación de prácticas gráficas: Castilla, 1550-1600. Así comienza el paseo, con el aprendizaje de las técnicas de otros países traídas a la península como es el caso de Alonso Berruguete, cuya estancia en Italia dejaría impronta en sus obras. Estas cuatro representaciones suponen un pequeño aperitivo antes de dar paso a ‘Madrid, capital artística, 1600-1700’. Aunque ahora nuestra atención debería estar repartida entre todo lo que las paredes nos muestran es irremediable que caigamos ante La expugnación de Rheinfelden de Vicente Carducho. Tenemos la posibilidad de comprar el dibujo previo (a pluma y tinta parda, aguadas azulada y parda sobre lápiz negro) con lo que sería el lienzo final. Y es que es en esta época cuando se impone la ilustración como parte del proceso creativo, un pequeño escalón insalvable en el camino a la concepción de una gran obra. Y no sólo pictóricas sino también para decoraciones teatrales o proyectos arquitectónicos.

La expugnación de Rheinfelden, de Vicente Carducho 

Cabeza de monje,
atribuida a Francisco de Zurbarán
Tomamos ahora el camino del sur y nos plantamos en la tercera habitación ‘Andalucía, 1550-1700. Sevilla, Granada y Córdoba’. De entre los más de veinte reclamos dignos de ser bien atendidos, nuestros ojos merecen pasar un rato tendidos sobre la Cabeza de monje atribuida a Zurbarán. Esta rápida ilustración parece tener poco en común con la extrema minuciosidad de los cuadros que solemos recordar del pintor extremeño. Sin embargo los volúmenes y la expresividad de su rostro conseguidos simplemente con lápiz, pluma y aguada gris resultan realmente impactantes.

Martirio de San Bartolomé, José de Ribera
El cuarto capítulo de esta historia nos lleva al este. En ‘El dibujo en Valencia, 1500-1700. Ribera en Nápoles’ aparecen autores cuyo manejo de la aguada se vuelve excepcional y característico. Por su posición geográfica Levante tuvo una gran relación con Italia y por tanto recibió la influencia directa del renacimiento italiano. Cuestión y pared aparte merece José de Ribera que pese a ser valenciano de nacimiento, desarrolló la mayor parte de su carrera en Nápoles. En su caso esta expresión pierde el carácter preliminar y constituye un trabajo formal e independiente aunque puedan hallarse puntos en común con algunas de sus pinturas. Es el caso de Martirio de San Bartolomé, que podemos observar incluso en dos versiones en pluma y tinta y en aguafuerte y buril.

Mujer oriental bajo un toldo, José Camarón
Llegamos ahora en nuestra máquina del tiempo al siglo XVIII. Un hecho que marcará estos años es la creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esta institución tenía como base educativa el dibujo por lo que lo situó en una posición privilegiada de modo que los maestros españoles se empaparon de los estilos europeos. Los bocetos y estudios siguen siendo predominantes aunque se cuelen ya los preparatorios para grabados y de arquitectura. Nos topamos aquí con el segundo y último óleo de esta exposición, Baile en máscaras de Luis Paret y Alcázar nos permite comprobar en directo las similitudes y diferencias con el Baile de máscara en el Coliseo a base de pluma y tinta del mismo autor. También cabe destacar antes de dar paso a la última parte los motivos orientalizantes de la Sultana tomando café o Mujer oriental bajo un toldo, una obra clave de José Camarón.


Baile de máscara en el Coliseo y Baile en máscaras de Luis Paret y Alcázar

A punto de despedirnos nos sale Goya al paso. Don Francisco no tiene ya sólo una pared como Ribera, sino toda una sala al servicio de las ocho obras de su mano. Los motivos, la imaginación, la originalidad y la modernidad del artista de Fuendetodos brillan una vez más. Retratos psicológicos como el de Arthur Wellesley, primer duque de Wellington se enfrentan a las figuras oníricas que ofrecen Infierno, Locos o Don Quijote acosado por monstruos. Un colofón excelente al viaje gráfico de esta atípica exhibición.

Don Quijote acosado por monstruos, Francisco de Goya

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