Yllana nos invita a dar una vuelta por el oeste más salvaje y divertido. Metan en una coctelera unos caballos, a un par de forajidos, la chica guapa, algunas armas, un clásico saloon, indios rumbosos, pelusas del desierto, buitres hambrientos y a un pobre granjero miope. Mezclen todos los elementos con mucho humor pero sin agitar en exceso. Debería de salir Far West. O algo parecido.
La historia
es la clásica chico conoce chica, se enamoran, surgen problemas y hay que
resolverlos. Así contado no invita a la carcajada pero es que ellos se expresan
de otra manera: sin palabras. César Maroto y Susana ‘Gus’ Cortés explican muy
bien que no se trata de algo ni más fácil ni más difícil sino diferente, otro
lenguaje que necesita otros códigos y otros recursos. No les falta ni un poco de
razón dado que la pantomima es todo un género dentro del teatro. Yllana va más
allá y se centra siempre en el humor, sin palabras, claro, pero con múltiples
referencias que van desde Chaplin a Buster Keaton.
Así es como
nos encontramos sobre el escenario con dos malos malísimos que no dicen nada
pero no paran de hablar a su manera. El diálogo no tiene cabida en esta obra
pero eso no quiere decir ni mucho menos que se obvie la parte vocal; de hecho
tanto el viejo truco de “hablar sin hablar” como las onomatopeyas reinan sobre
las tablas. Cierto es que de vez en cuando se escapa alguna palabra inteligible
para el espectador pero no se trata nunca de un error sino de otro elemento más
que pensado. De hecho cuando sacan de paseo los espectáculos fuera de nuestras
fronteras alguno de esos vocablos desperdigados se adapta al entorno. Claro que
otras veces es sólo percepción del público. Nos cuentan que con uno de sus
humorísticos indios de gira en Singapur la gente reía a mandíbula batiente al
ver cómo invocaba espíritus al son de “yiiiih,
eeaaah, saaaaahn”. Los actores, sorprendidos por el fenómeno que había
producido el gag, preguntaron y en seguida les dijeron “es muy bonito que lo intentes decir en chino”. Lo que supuestamente
decía el onomatopéyico piel roja era “un, dos, tres”, ¡qué descubrimiento!
La dulce Jenny le arrea un sartenazo al malvado forajido -foto de Pepe H.- |
Novedades y viejos conocidos
Los pajarracos de Yllana vuelven a la carga -foto de Pepe H.- |
Pese a los
elementos nuevos Far West sigue siendo puro Yllana desternillante y dinámico. Una
historia ligada pero que avanza a galope tendido y en la que por supuesto el
público tiene su momento de protagonismo. Ese temido y adorado momento de salir
al escenario. Ese momento en que los actores bajan a la caza del tímido
espectador y se encuentran que, como el profesor cuando hace una pregunta en
clase, todos bajan la cabeza y miran a otro lado a imagen y semejanza del
avestruz. No sigan por ese camino porque no les servirá de nada. Una cabaretera
será la encargada de reclutar y es de lo más drástica en sus métodos: “yo bajo
a arrancar del asiento a la gente”. Así de claro. Claro que buscan a alguien
que se deje y poca gente se niega a colaborar pero en cualquier caso no teman
porque al escenario sólo se sube a jugar y a divertirse. Far West es un
torbellino de disparos, relinchos, carreras, peleas, pero sobre todo un
torrente de carcajadas.
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Intérpretes y creadores:
César maroto
Antonio de la Fuente
Susana Cortés
Rubén Hernández
¿Pelusas del desierto? Serán cardos rusos y plantas rodadoras!! http://es.wikipedia.org/wiki/Estepicursor
ResponderEliminarMe ha gustado, pero creo que después de hablar de que bajan al público deberías hablar un poco más del desenlace. ¿No? :P
No hombre, que si no desvelamos las grandes sorpresas... jajaja
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