domingo, 10 de febrero de 2013

El absurdo sentido de la vida


¿Puede la explicación de un chiste ser mejor que el propio chiste?, ¿es la vida un sinsentido?, ¿disfrutan los infantes de la infancia tanto como los adultos del adulterio? Probablemente no resuelvan todas estas preguntas yendo a ver Desnudo nadie es perfecto, pero eso sí, pasarán un buen rato.


Como ya dijo Joe E. Brown “nadie es perfecto”. Y desnudo menos, podríamos añadir ahora. A lo mejor por eso Chema Moro (Che) y Alfonso Mendiguchia (Alf) van restando prendas a su atuendo a lo largo de esta función, para enamorarnos con su humor dialéctico. El espectáculo que han elaborado estos dos actores se basa en el absurdo en todo su esplendor y nos lo dejan claro desde el principio. Ellos saben que son absurdos, saben que la vida en sí es absurda y por tanto se quitan el antifaz y salen del armario. Durante hora y media aproximadamente tratan de convencernos de que también nosotros somos absurdos: si no, ¿por qué hemos perdido nuestros valiosos tiempo y dinero en ir a verles en lugar de hacer algo más productivo, como leer un libro?

Una sucesión de escenas sin hilo argumental más allá de la ilógica vital es lo que ellos ponen sobre las tablas. Alf, como Alf, el de Alf… y Che, como el Che, el de los posters y las camisetas… nos hacen visitar a diferentes personajes cotidianos. Así conocemos a unos suicidas tan malhumorados ante la impuntualidad del tren que pierden hasta las ganas de quitarse la vida, a un pescador de no se sabe qué o a un pobre incauto que pretende darse de baja de su compañía telefónica. Todas son escenas más o menos ancladas en la realidad y a través de ellas nos muestran lo estúpido, lo incoherente y descabellado que puede llegar a ser el día a día del común de los mortales.



Cuando les vimos colarse en la cueva de La escalera de Jacob iban muy arregladitos, con traje, con corbata y hasta con tirantes. Pero en los tránsitos entre escenas aprovechan, echándose un baile, para ir aliviando la carga textil. De ese modo el clímax de la obra lo vivimos ya en calzoncillos. Ahora sí. Por si no lo habíamos comprendido nos dejan claro que su humor está basado en el lenguaje, es eminentemente lingüístico-sintáctico, rápido como un torbellino y según ellos, muy español. El ping-pong dialéctico que han desarrollado hasta este instante se vuelve aleteo de colibrí para provocar la hilaridad del público. Después, como todo clímax, tiene su dulce descenso. Pudibundos se enfundan en sendos pijamas y nos mandan a hacer algo útil como leer o dormir. Eso sí, no sin antes recomendarnos un mantra colectivo. Cójanse de las manos y reconózcanlo: sí, soy absurdo.

**********


No hay comentarios:

Publicar un comentario