¿Puede
la explicación de un chiste ser mejor que el propio chiste?, ¿es la vida un
sinsentido?, ¿disfrutan los infantes de la infancia tanto como los adultos del
adulterio? Probablemente no resuelvan todas estas preguntas yendo a ver Desnudo nadie es perfecto, pero eso sí, pasarán un buen rato.
Como
ya dijo Joe E. Brown “nadie es perfecto”.
Y desnudo menos, podríamos añadir ahora. A lo mejor por eso Chema Moro (Che) y
Alfonso Mendiguchia (Alf) van restando prendas a su atuendo a lo largo de esta
función, para enamorarnos con su humor dialéctico. El espectáculo que han
elaborado estos dos actores se basa en el absurdo en todo su esplendor y nos lo
dejan claro desde el principio. Ellos saben que son absurdos, saben que la vida
en sí es absurda y por tanto se quitan el antifaz y salen del armario. Durante hora
y media aproximadamente tratan de convencernos de que también nosotros somos
absurdos: si no, ¿por qué hemos perdido nuestros valiosos tiempo y dinero en ir
a verles en lugar de hacer algo más productivo, como leer un libro?
Una
sucesión de escenas sin hilo argumental más allá de la ilógica vital es lo que
ellos ponen sobre las tablas. Alf, como Alf, el de Alf… y Che, como el Che, el
de los posters y las camisetas… nos hacen visitar a diferentes personajes
cotidianos. Así conocemos a unos suicidas tan malhumorados ante la
impuntualidad del tren que pierden hasta las ganas de quitarse la vida, a un
pescador de no se sabe qué o a un pobre incauto que pretende darse de baja de
su compañía telefónica. Todas son escenas más o menos ancladas en la realidad y
a través de ellas nos muestran lo estúpido, lo incoherente y descabellado que
puede llegar a ser el día a día del común de los mortales.
Cuando
les vimos colarse en la cueva de La escalera de Jacob iban muy arregladitos,
con traje, con corbata y hasta con tirantes. Pero en los tránsitos entre escenas
aprovechan, echándose un baile, para ir aliviando la carga textil. De ese modo
el clímax de la obra lo vivimos ya en calzoncillos. Ahora sí. Por si no lo
habíamos comprendido nos dejan claro que su humor está basado en el lenguaje,
es eminentemente lingüístico-sintáctico, rápido como un torbellino y según
ellos, muy español. El ping-pong dialéctico que han desarrollado hasta este
instante se vuelve aleteo de colibrí para provocar la hilaridad del público. Después,
como todo clímax, tiene su dulce descenso. Pudibundos se enfundan en sendos
pijamas y nos mandan a hacer algo útil como leer o dormir. Eso sí, no sin antes
recomendarnos un mantra colectivo. Cójanse de las manos y reconózcanlo: sí, soy absurdo.
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Alfonso Mendiguchia y Jose María –Chema- Moro Herrera forma Absur-2 y ponen en escena Desnudo nadie es perfecto en La escalera de Jacob.
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