lunes, 25 de febrero de 2013

La presa


Te ha visto. Ya no puedes evitarlo.

Clava su mirada azul en ti y se acerca. ¡Dios mío! Te azoras, bajas la vista. Sonríe dulcemente sin dejar de aproximarse. ¡Dios mío!

Empiezas a sudar frío como si no hubiera mañana. Intentas recordar lo que te enseñó aquella profe de la autoescuela: “si un camión te hace de pantalla y nadie puede cruzarse hacia ti, aprovecha el momento”. Está claro. Esa amable ancianita hará las veces de camión.

No. No funciona. La dribla y va directamente hacia ti.

No habrá una segunda oportunidad. Eres su presa. Empieza a hablar como si fuerais grandes amigos… a saber de qué ONG acabarás siendo hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario