Dan
ganas de comerse las piruletas, jugar al pinball, conducir las motos, jugar con
la nieve o llamar desde las cabinas. Pero no se puede. Son aún más reales que
fotografías, pero no hay que engañarse: son pinturas.
Roberto Bernardi - Meeting (Reunión), 2012 |
Si
en las cartelas no especificase que son óleos o acrílicos costaría mucho creer
que no son instantáneas. Y sin embargo, nada más alejado de la realidad. Para
dejarnos boquiabiertos estos pintores emplean largas horas, semanas y meses. Su
trabajo no es breve en absoluto. Hiperrealismo 1967–2012 nos
propone un recorrido desde los inicios de este movimiento hasta ahora mismo a
través de distintas tendencias representativas que van desde el mundo del
motor, los objetos cotidianos, las ciudades o el casi inexistente retrato.
Medio centenar de obras que podemos contemplar en el Museo Thyssen‐Bornemisza
de Madrid gracias a la organización del Institut für Kulturaustausch (Instituto
para el Intercambio Cultural de Alemania).
Chuck Close - Self Portrait, 1977 |
Nada
más bajar las escaleras el Rookery Building de Chicago nos da la bienvenida. El
hall que proyectase Frank LLoyd Wright cobra vida ante nuestros ojos de la mano
del galés Ben Johnson. Su obra, junto a dos sorprendentes retratos de Chuck Close y unas gigantescas bolsitas de azúcar gentileza de Ben Schonzeit, sirve
de aperitivo para la exposición. Abran bien los ojos porque a partir de aquí
comienza el recorrido para conocer más de cerca este movimiento artístico
nacido en los años sesenta.
Don Jacot - Rush Hour (Horapunta), 2009 |
Los
pequeños objetos cotidianos aumentan de tamaño para llenar nuestra mirada de
colores vibrantes en la primera sala, Bodegones
(still lives). Unos colosales cochecitos de hojalata se desesperan
atrapados en una carretera ficticia creada por Don Jacot. Se trata de Rush Hour (Hora punta) un episodio muy colorido de 2009 que recuerda a los
juguetitos de Charles Bell que tenemos en la pared contraria. De este papá
americano de los bodegones fotorealistas impresiona Paragon (1988), un pinball visto tan de cerca que parece que la
bolita podría saltarnos un ojo sin dificultad alguna. Para poner un contrapunto
entre tanto éxtasis de color aparece America’s
Favourite (Los favoritos de América).
Esta imagen de 1989 nos muestra a través de los ojos de Ralph Goings lo que
encontramos sobre la mesa de un típico restaurante de comida rápida
estadounidense. Distintos botes, salsa de kétchup, servilletas y la carta sobre
la lustrosa mesa de la cafetería. Aunque todo esté listo para pedir un menú y
satisfacer nuestro apetito, éste no es un ejemplo paradigmático de este autor
de la Costa Oeste, cuyas imágenes más repetidas son grandes coches y camiones. Aunque
puestos a picotear no habrá para los golosos nada mejor en toda la muestra que
el Meeting (Reunión) de Roberto Bernardi. Las piruletas, caramelos y golosinas
que inmortalizó el año pasado el italiano hacen la boca agua si bien habrá que
tomarse algún tiempo para devorarlos porque su más de medio metro podría con el
más voraz de los glotones. No sería justo irse de esta sala sin echar un ojo a
las dos obras de la representante femenina más importante de la primera
generación de este movimiento. Tanto Shiva
Blue como Queen (Reina) son realmente impresionantes,
pero los brillos que alcanzan los tubos de óleo apilados en el primero nos
hacen preguntarnos por qué Audrey Flack decidió abandonar el lienzo por la
escultura.
Audrey Flack - Shiva Blue, 1972‐73 |
Peter Maier - Gator Chomp, 2007 |
Izda. Tom
Blackwell - Triumph Trumpet, 1977
Dcha. David Parrish - Butler Terrace, 1973 |
Tom Blackwell - Sequined Mannequin (Maniquí con lentejuelas), 1985 |
Tenemos
que apearnos para pasar a la sección más amplia. Ciudades (cities) contiene más de veinte ejemplares ante los que
pararse un buen rato. Las superficies brillantes y los reflejos de cristal
vuelven a tener gran importancia de la mano de escaparates, detalles metálicos
o letreros luminosos. Pero también entran aquí en juego las grandes
perspectivas aéreas de las ciudades, casi desiertas de vida humana para la
ocasión. Davis Cone nos invita en Cameo
(1988) a visitar un cruce de calles en los que no hay un alma. No es que no den
ganas de pasear porque todo es tan real que cualquiera diría que podemos entrar
al cine que da título al cuadro pero lo cierto es que no hay nadie paseando por
ahí. Algo similar ocurre con el Nedick’s
(1970) de Richard Estes, un restaurante de comida rápida de metales
resplandecientes pero en efecto poco frecuentado. Tom Blackwell sustituye
también lo humano por lo artificial con Sequined
Mannequin (Maniquí con lentejuelas) 1985. Tan sólo en los reflejos del
escaparate o a través de él podemos adivinar a personas reales. Semejante es el
efecto de las frías cabinas telefónicas de Richard Estes con Telephone Boots (1967), una
composición geométrica siguiendo su particular estilo. Y de estos fragmentos
urbanos, a los grandes paisajes de agitadas metrópolis. Looking Back to Richmond House (2011) abre la veda. Anthony Brunelli nos muestra Main Street
(1994) en su clásico formato de foto panorámica, que muy probablemente habrá
topado también él mismo. Robert Neffson nos sitúa en el cruce de 57th Street and 5th Avenue (2010) justo
después de que haya llovido.
Robert Neffson - 57th Street and 5th Avenue (La Calle 57 y la Quinta Avenida), 2010 |
Pero
Bertrand Meniel se merece párrafo aparte y un buen Sinatra cantando a pleno pulmón para poner
banda sonora a su cuadro del año pasado The
City That Never Sleeps. La ciudad que hemos visto en tantas películas se
desnuda una vez más para nosotros y nos deja disfrutar de todos los rasgos de
su anatomía. A la caída de la tarde las luces se encienden en los grandes
rascacielos, los neones cobran vida y el ajetreo en las calles no descansa.
Estamos entre la Séptima Avenida y la Calle 50. No hay ninguna duda porque en
el Winter Garden Theater ponen Mamma Mia y podemos observar cada detalle de
este cruce. Casi podríamos colarnos en el pub irlandés Emmett O'Lunney's
después de ver el musical aunque si nos ponemos voyers incluso nos daremos
cuenta de que a un hombre se le ha olvidado echar las cortinas y vemos cómo se
está abrochando los pantalones. Hasta ese punto llega la minuciosidad de este
fotorrealista francés cuya vista debe ser magnífica dado que su lema es “si puedo
verlo, puedo pintarlo”.
Bertrand Meniel - The City That Never Sleeps (La ciudad que nunca duerme), 2012 |
Raphaella Spence - Canal Grande, 2007 |
Dejando
a un lado, o atrás quizá, la indudable vista de lince de Meniel, vale la pena
asomarse al Canal Grande (2007) de Raphaella Spence, admirar El Arno al atardecer
(2007) de Anthony Brunelli o el Pont des Arts
(2008) de Robert Neffson. En estos tres cuadros el agua alcanza destellos
de increíble realidad al tiempo que se funde con el cielo y con el paisaje
urbano. Si resultaba curioso el modo de trabajo de Peter Maier, Spence no es
menos. Se pasea por el orbe sacando fotos con una supercámara de 66 megapíxeles
desde un helicóptero y después, ni corta ni perezosa, traslada las instantáneas
al lienzo píxel por píxel. Este encaje de bolillos es el que permite la nitidez
que nos asombra cuando estamos ante su trabajo. Cuando parece que ya no podemos
ver nada más, llega Robert Gniewek y sus juegos de luz y atardecer. En la
gasolinera de Gas (1990) ya se observa
un excelente manejo de la iluminación artificial pero lo que consigue casi
veinte años más tarde con Monaco Casino
(2009) es asombroso: recortadas contra una noche realmente cerrada contrastan
la calidez de las farolas que alumbran a la izquierda con las frías lucecitas
de la marquesina del casino en primer plano. Cualquiera diría que hay un
interruptor que permite apagar.
Robert Gniewek - Monaco Casino (El Casino de Mónaco), 2009 |
Y
ya a punto de dejar la ciudad nos sorprende el temporal de nieve. Randy Dudley
nos lleva a una calle realmente incómoda de transitar con 18th Street Near Wentworth (2009) y Rod Penner nos presenta una
escena tan bucólica como ausente de vida que data del 98 en 212/ House With
Snow. Una casita blanca rodeada de nieve digna de película navideña en la que
los críos están a punto de salir y hacer un muñeco con zanahoria por nariz
incluida.
Rod Penner - 212/ House With Snow (212/ Casa Nevada), 1998 |
Bernardo Torrens – Allí te espero, 2003 |
Ahora
llegamos al final. Tras más de cuarenta obras carentes de vida llegan los
retratos que tanto escasean en este movimiento. Siete son las obras que nos brindan
en Cuerpos (bodies). Serina ’72 (1972)
nos da la bienvenida semidesnuda pero eso sí mucho más pudorosa que Oksana ’94 (1994),
que nos espera con el liguero y todo. Ambos son hermosos cuerpos sin rostro
cortesía de John Kacere, el fotorrealista que le dedicó al cuerpo femenino toda
su carrera a partir del año 69. Siempre cuerpos semidesnudos, siempre
recortados de la cadera a la rodilla. A veces de frente, otras de espaldas y en
ciertas ocasiones, de pie en lugar de tumbados. Varían las telas, el nivel de puritanismo
y las modelos. Sólo eso. Otro de los pocos artistas hiperrealistas a los que
les interesan los seres humanos más que la tecnología y lo brillantoso es el
israelí Yigal Ozeri. Éste se centra en mujeres generalmente jóvenes y hermosas
en paisajes de ensueño, con un aire un tanto élfico. Es el caos de Jessica in the Park (2010) aunque no
tanto de Lizzie Smoking (2010) cuya
actitud resulta más descarada mientras deja escapar volutas de humo por sus
labios entreabiertos. Parpadeen lo que quieran pero lo crean o no, lo que están
mirando no es sino óleo sobre papel. Para poner el punto y final llega Bernardo Torrens, un pintor
madrileño especializado en el cuerpo, particularmente femenino y generalmente
desnudo. El último rayo de sol (2006)
es una buena muestra de la idiosincrasia de su obra, una mujer desnuda de
cuerpo entero. Sin embargo, resultan también muy interesantes Allí te espero (2003), una composición
eminentemente clásica pero cuyo hiperrealismo no tiene nada que envidiar, así
como Pinche (2006-2007), una imagen
más costumbrista pero capaz de dejar de piedra por su autenticidad.
Yigal Ozeri - Jessica in the Park (Jessica en el parque), 2010 |
Hasta
aquí la exposición Hiperrealismo 1967–2012. Ahora sí llega el momento de salir al mundo real y preguntarse si de
verdad lo es.
**********
Hiperrealismo 1967-2012 podrá visitarse en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta el 9 de junio.
¡Espectacular! ¡Me encanta! ¡Parecen fotos! :O
ResponderEliminarEs una exposición espectacular... ¡¡es un crimen vivir en Madrid y perdérsela, la verdad!!
EliminarEs un crimen vivir en Bizkaia y perdersela..tan solo esta a cuatro horas en bus. Si, fue genial verla y genial la entrada que has publicado Elvira...te lo has currado de lo lindo. Enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Me alegro de que te haya gustado el post y mucho más, de que te hicieses 4 horazas en bus para disfrutar esta exposición. Tienes toda la razón: no hacerlo es un crimen para con nosotros mismos.
EliminarUn abrazo.